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El herpes zóster es una enfermedad viral causada por la reactivación del virus varicela-zóster (VZV), el mismo virus responsable de la varicela. Tras una primera infección, a menudo durante la infancia, el virus queda latente en los ganglios nerviosos y puede reactivarse años más tarde, provocando el herpes zóster. El herpes zóster se manifiesta por una erupción cutánea dolorosa y vesículas localizadas a lo largo de uno o varios dermatomas, que son zonas de la piel conectadas al nervio afectado.

Patogenia

El virus permanece latente en los ganglios nerviosos sensitivos tras la infección inicial por varicela. Su reactivación suele estar relacionada con: • Edad avanzada (> 50 años). • La inmunosupresión (debida a enfermedades como el cáncer o el VIH, o a tratamientos inmunosupresores). • El estrés crónico o infecciones agudas (incluido el COVID-19 y su vacunación). Esta reactivación del virus conduce a una inflamación de los nervios afectados y a la propagación de partículas virales a lo largo de las fibras nerviosas sensitivas. Las lesiones cutáneas corresponden a los dermatomas inervados por los ganglios infectados. La dolor es un elemento central de la patogenia del herpes zóster. Está causada por una inflamación de los nervios afectados así como por daños estructurales en las fibras nerviosas.

Síntomas

El herpes zóster suele comenzar con dolor, picor o una sensación de quemazón localizada en una región cutánea específica, generalmente en un solo lado del cuerpo. Unos días después aparece en esa zona una erupción vesiculosa, acompañada de enrojecimiento y dolor agudo. La erupción evoluciona a costras en una o dos semanas, y la cicatrización tarda alrededor de tres a cuatro semanas. En algunos casos, dolores neuropáticos pueden persistir varios meses, incluso años, tras la curación de la erupción, una condición llamada neuralgia postherpética (NPH).

Complicaciones

La complicación más frecuente y discapacitante del herpes zóster es la neuralgia postherpética (NPH), que ocurre en aproximadamente el 10-15 % de los pacientes, particularmente en las personas mayores. Esta condición se manifiesta por dolores crónicos y severos en la zona afectada, que pueden durar varios meses después de la desaparición de las lesiones cutáneas. Otras complicaciones incluyen la infección de las lesiones cutáneas, afectaciones oculares (herpes zóster oftálmico) que pueden conducir a la ceguera, y complicaciones neurológicas como la parálisis facial o encefalitis.

Epidemiología

El herpes zóster afecta aproximadamente a 3 a 5 individuos por 1000 al año, con una incidencia que aumenta después de los 60 años, alcanzando hasta 11 casos por 1000 en las personas de mayor edad. Las mujeres se ven ligeramente más afectadas que los hombres. La aparición de reactivaciones relacionadas con el COVID-19 o su vacunación es un fenómeno observado recientemente. Las vacunas de ARNm se han asociado con un mayor riesgo de reactivación.

Tratamiento

El tratamiento del herpes zóster tiene como objetivo acelerar la curación de las lesiones cutáneas, reducir el dolor y prevenir las complicaciones. Los antivirales, como el aciclovir, el valaciclovir y el famciclovir, son eficaces para reducir la duración y la gravedad de los síntomas si se administran en las primeras 72 horas tras la aparición de las lesiones. Los tratamientos complementarios, como los analgésicos (incluidos los opiáceos para dolores intensos) y agentes tópicos como parches de lidocaína o capsaicina, suelen ser necesarios para controlar el dolor agudo. En los casos de neuralgia postherpética, se pueden utilizar antidepresivos tricíclicos, anticonvulsivantes (gabapentina o pregabalina) y anestésicos locales.

Prevención

La prevención del herpes zóster se basa principalmente en la vacunación y en mantener una buena inmunidad específica frente al virus varicela-zóster. La vacuna contra el herpes zóster, a base de virus vivo atenuado, ha demostrado una eficacia notable, con una reducción de la incidencia del herpes zóster del 51 % y una disminución del 67 % del dolor postherpético en las personas vacunadas.

Enfoques naturales

Los enfoques complementarios útiles para aliviar los síntomas y apoyar la inmunidad: • Aceite esencial de menta piperita (Mentha piperita): conocido por su efecto analgésico, puede ayudar a aliviar el dolor localizado. • Aceites esenciales inmunoestimulantes: Ravintsara (Cinnamomum camphora CT cinéole), niaouli (Melaleuca quinquenervia CT cinéole) y tomillo con linalol (Thymus vulgaris CT linalol): contribuyen a reforzar las defensas naturales del organismo frente al virus. • Aceites esenciales antiinflamatorios: eucalipto limón (Eucalyptus citriodora), lavanda aspic (Lavandula spica) y manzanilla romana (Chamaemelum nobile): estos aceites calman las inflamaciones cutáneas y favorecen la regeneración de los tejidos. • Equinácea (Echinacea purpurea): esta planta se utiliza tradicionalmente para estimular el sistema inmunitario, mejorando la resistencia frente a infecciones virales como el herpes zóster. • Oligoelementos: el complejo Cobre-Oro-Plata (Cu-Au-Ag) actúa como un estimulante inmunitario y apoya la regeneración tisular.

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