Fatiga: los complementos alimenticios más eficaces

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La fatiga se describe como un estado en el que una persona no dispone de todas sus capacidades físicas o intelectuales habituales. Suele aparecer después de un período de trabajo intenso, una convalecencia, un parto o un choque emocional importante. A menudo indica un desequilibrio en el funcionamiento del organismo. La fatiga actúa como una señal de alarma del cuerpo, indicando necesidades no satisfechas o una sobrecarga. Aunque a menudo es pasajera, puede volverse patológica cuando persiste o interfiere con la vida cotidiana, como ocurre en el caso del síndrome de fatiga crónica. El síndrome de fatiga crónica es una enfermedad neurológica crónica e incapacitante, reconocida por la OMS, que se caracteriza por una fatiga persistente e inexplicada durante más de seis meses. Esta fatiga no desaparece con el reposo y afecta profundamente la vida cotidiana. A menudo se desencadena por una infección viral, un estrés físico o mental intenso, o la exposición a sustancias tóxicas. Las mujeres, particularmente las de entre 40 y 50 años, se ven afectadas entre dos y tres veces más que los hombres. La fatiga puede clasificarse según sus causas y manifestaciones: física, cuando se manifiesta por una disminución de la fuerza o de la resistencia muscular; cognitiva, cuando altera las capacidades de concentración y de memorización; emocional, ligada a trastornos psicológicos como la ansiedad o la depresión; o cronobiológica, asociada a alteraciones del sueño o de los ritmos circadianos. Cada forma de fatiga tiene mecanismos propios, pero a menudo comparten interconexiones complejas.

Síntomas principales

La fatiga se distingue por su intensidad y su persistencia, y a menudo va acompañada de síntomas variados. Para el síndrome de fatiga crónica se requieren criterios específicos, como la presencia simultánea de fatiga extrema, malestar post-esfuerzo, trastornos del sueño y dolores. Manifestaciones neurológicas, endocrinas e inmunitarias complementan el cuadro. Entre los síntomas más frecuentes figuran: • Una fatiga persistente e inexplicada; • Un malestar post-esfuerzo, es decir, un empeoramiento de los síntomas tras un esfuerzo mínimo; • Un sueño no reparador; • Dolores musculares y articulares difusos; • Trastornos cognitivos, como una niebla mental o desorientación; • Manifestaciones autonómicas, como palpitaciones, náuseas o hipotensión ortostática; • Signos inmunitarios, como dolores de garganta frecuentes o ganglios sensibles.

Causas y etiologías

La fatiga suele deberse a factores físicos, psicológicos y ambientales. Entre las causas más frecuentes: • Infecciones y respuestas inflamatorias: Virus como el Epstein-Barr o infecciones prolongadas pueden desencadenar estados de fatiga crónica. El desequilibrio del microbiota intestinal, con un aumento de bacterias proinflamatorias, también contribuye a este estado. • Deficiencias de micronutrientes: Los déficits de magnesio, zinc, selenio o hierro alteran las funciones celulares e inmunitarias. • Estrés crónico: Una sobrecarga emocional prolongada favorece el agotamiento. • Disfunción mitocondrial: La reducción de la producción de energía suele explicar la fatiga extrema. • Disbiosis intestinal: Las alteraciones del microbiota juegan un papel en la inflamación sistémica. • Exposición ambiental: Las toxinas y metales pesados, como el cadmio, provocan alteraciones metabólicas. • Estilo de vida: Una alimentación desequilibrada, la falta de ejercicio o un sueño insuficiente agravan los síntomas.

Diagnóstico

El diagnóstico de la fatiga crónica se basa en un enfoque de exclusión. La anamnesis clínica es esencial para identificar los factores desencadenantes y los síntomas asociados. Pruebas biológicas, como la búsqueda de déficits en micronutrientes y de marcadores inflamatorios, completan la evaluación. En el caso del síndrome de fatiga crónica, los exámenes pueden incluir análisis neurológicos (imagen PET que muestra inflamaciones cerebrales) o metabólicos para afinar el diagnóstico. Sin embargo, la ausencia de criterios universales hace que el proceso sea largo y a veces desalentador para los pacientes. Es importante señalar que cuando aparece fatiga sin razón aparente y se acompaña de pérdida de peso, se recomienda consultar a un médico.

Tratamientos

Frente a la fatiga, es necesario adoptar las medidas adecuadas para recuperar completamente la energía. Los oligoelementos pueden ayudar en este proceso. Por ejemplo, el magnesio es esencial para la relajación muscular y el manejo del estrés, mientras que el selenio apoya el sistema inmunitario y reduce el estrés oxidativo. A menudo se recomienda una suplementación con selenio de 100 a 200 µg por día para compensar los déficits que agravan los estados de fatiga. Otros oligoelementos, como la combinación cobre-oro-plata, ofrecen una estimulación de las defensas inmunitarias y están especialmente indicados en casos de fatiga prolongada. El glutatión, como potente antioxidante, también contribuye a combatir el estrés oxidativo y apoya la producción de energía celular. Hay que asegurarse de aportes nutricionales suficientes en vitaminas (C, B y E). Además, la coenzima Q10, un nutriente clave para la producción de energía mitocondrial, se usa con frecuencia para mejorar la resistencia y reducir la fatiga crónica. Los aminoácidos como la cisteína y la metionina también son indispensables para apoyar los procesos metabólicos y antioxidantes del cuerpo. Más allá de las soluciones nutricionales, son necesarios ajustes en el estilo de vida para recuperar la energía. La actividad física moderada, como el yoga o caminar, mejora la circulación sanguínea y la oxigenación de los tejidos sin provocar malestares post-esfuerzo, un síntoma frecuente en personas con fatiga crónica. La importancia de un sueño reparador no debe subestimarse: técnicas de relajación, como la meditación o la sofrología, pueden ayudar a establecer una rutina de sueño regular, esencial para restaurar la energía. Las plantas adaptógenas como la rodiola o el ginseng son reconocidas por su capacidad para aumentar la energía y reducir el estrés. Además, se presta especial atención a la salud intestinal, a menudo descuidada pero esencial para regular la inflamación sistémica. Los probióticos, al restablecer el equilibrio del microbiota intestinal, desempeñan un papel clave en la reducción de la fatiga relacionada con la inflamación crónica. Finalmente, se contemplan soluciones más específicas en función de las causas subyacentes. Por ejemplo, la regulación del metabolismo mitocondrial y la reducción del estrés oxidativo mediante antioxidantes específicos permiten corregir disfunciones biológicas. En algunos casos pueden ser necesarios tratamientos hormonales para reequilibrar los ejes endocrinos alterados, especialmente en pacientes con trastornos tiroideos.

# Sobreesfuerzo # convalecencia # agotamiento # astenia # encefalomielitis miálgica


Fatiga : les compléments alimentaires les plus étudiés


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Bastante eficaces

Acetil-L-carnitina

etudes4 estudios

Rhodiola

etudes13 estudios

Vitamina C

etudes4 estudios

Ginseng

etudes4 estudios

Hierro

etudes3 estudios

Vitamina B5

etudes2 estudios

Vitamina B6

etudes2 estudios

Vitamina B12

etudes2 estudios

Vitamina B3

etudes1 estudio  

Magnesio

etudes2 estudios
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Probablemente eficaces

Guaraná

etudes7 estudios

Eleuterococo

etudes8 estudios

Creatina

etudes1 estudio  

NADH  plus Coenzima Q10

etudes4 estudios
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Pruebas insuficientes

SOD

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Cafeína  plus Taurina

etudes2 estudios

Ashwagandha

etudes2 estudios

Roble

etudes6 estudios

Avena

etudes1 estudio  

Schisandra

etudes1 estudio  

PQQ

etudes3 estudios

Astrágalo

etudes4 estudios

Reishi

etudes2 estudios

Mejorana

etudes1 estudio  
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